Por: Pedro Joseph

Spring Breakers es un peliculón. Me atrevo a comparar su función con la que tuvo La Dolce Vita en su momento: la de invitar a las masas a verse con toda su mediocridad. Korine no podía introducir más elementos que llamaran la atención del público general – las chicas Disney, James Franco, sexo, drogas y música comercial. Seguramente logró llenar salas de gente que no entendía nada de lo que estaba viendo, pues apenas hay diálogo y si no estás atento corres el riesgo de perderte en lo aparente del film. Lo cierto es que para mí esta película habla de perderse buscándose, lo mismo que hace el espectador al verla. Uno es responsable de querer ver más allá de la superficie y entender que existe una demanda enorme por parte del sistema que nos obliga a perseguir un ideal bien representado por el “live fast, die young and leave a good-looking corpse”. Hay muchas Kristy, Kobby, o como se llamen, por la calle. Probablemente vieron la película buscando de nuevo ese referente impuesto y algún consejo para alcanzarlo. Tremenda decepción se tragarían al ver que era todo un espejo invertido, una escena dada vuelta, como la última de Spring Breakers, como la última de La Dolce Vita.